Wednesday, August 6, 2008

ERES UN "RABI?



Leído en perspectiva,
El capítulo 22 del Evangelio según Mateo nos muestra las grandes tensiones existentes en el campo religioso de Jerusalén en el siglo I.
Allí se describe cómo los fariseos, herodianos, saduceos y «expertos en la ley» (vv.15-16, 23, 34-35) se acercan a Jesús y le llaman «Maestro» (vv. 16, 24, 36). Sin embargo, el texto también describe cómo, por debajo del «título honorífico», estos grupos intentan tender a Jesús una trampa (vv. 15, 35).
Este texto de Mateo muestra con claridad cómo las tensiones en el campo religioso tienen un componente de conflicto pedagógico.
¿Cuál es el origen de este conflicto?
Más que las diferencias específicas en la enseñanza, el origen parece ser la amenaza que representa la libertad pedagógica de Jesús para la concepción del maestro que promueven los grupos mencionados.
En efecto, Jesús rechaza explícitamente la posibilidad de que en su comunidad de discípulos unos aparezcan como los que saben y otros como los que aprenden. En Mateo 23.8, afirma: «No permitan que a ustedes se les llame "Rabí", porque tienen un solo Maestro y todos ustedes son hermanos».
Estas palabras de Jesús guardan coherencia con una concepción de la iglesia donde todos están involucrados en el proceso de enseñar, aprender y construir una comunidad fraternal.
Lejos de representar un rechazo de la enseñanza, potencian la misma en un sentido comunitario.
En el enfoque de Jesús, el verdadero protagonista de la educación teológica es Dios mismo. Sin embargo, esta afirmación sencilla —presumiblemente, una creencia universal entre los cristianos— es frecuen-temente traicionada hoy por la sintonía pedagógica de muchos ámbitos educacionales, incluso evangélicos. Evidencia de esto es la proliferación de «rabíes» o «gurúes», con y sin títulos, y el escaso interés en crear el contexto de aprendizaje abierto e igualitario que supone la advertencia de Jesús.
Dios es protagonista de nuestra educación teológica por medio de una comunidad pedagógica fraternal, que no promueve las asimetrías. Si la iglesia admite la «maestrolatría», no puede experimentar esa acción pedagógica de Dios que se realiza a través del potencial y participación de todos. La verdadera «educación teológica» no se realiza por la acción monopólica de unos pocos iluminados, sino por una circulación de gracia divina en una trama comunitaria de carácter inclusivo. La metáfora del cuerpo de Cristo y la enseñanza sobre los carismas deben ampliar nuestro concepto de la iglesia como comunidad pedagógica. Ante la primacía de los modelos personalistas, necesitamos modelos pedagógicos de discernimiento comunitario bajo la guía del Espíritu. En este modelo los llamados «maestros» son sólo una parte de la acción pedagógica integral de Dios.
Sin embargo, frente al dicho de Jesús —«No permitan que se les llame "Rabí"»— muchas iglesias reaccionan con una especie de horror al vacío. Prefieren tener a quienes llamar «Rabí» —autoridades que configuren y delimiten el campo del saber y del no saber— porque ello representa un ansiolítico frente a su propia irresponsabilidad pedagógica. En semejante ambiente, quienes practican la libertad pedagógica que propone Jesús son considerados rebeldes —«personas incapaces de recibir ninguna enseñanza»—, porque someten a prueba las opiniones de los maestros establecidos. El seguimiento de Jesús en este punto desenmascara el autoritarismo de muchas iglesias, ya que las obliga a exhibir la habitual censura que articulan ciertas «pedagogías» en detrimento de la libertad para participar. El deseo de ser llamado «Rabí» es el origen del secuestro de la libertad pedagógica en la comunidad de fe. Los amantes de la respetabilidad del título de «Maestro» no soportan las tendencias democráticas del tipo: «Todos ustedes son hermanos». La pedagogía comunitaria de Jesús se mueve a contramano de los monopolios pedagógicos e interpretativos que concentran poder sobre sus propios títulos honoríficos (cf. Mateo 23).
Las palabras de Jesús son una invitación a pensar la educación teológica en términos de diálogo intraeclesial e intereclesial sobre el contenido y la práctica de la fe. Las instituciones de educación teológica deben estar al servicio de este diálogo. Se trata de una hermenéutica comunitaria que existe bajo la tensión constante de tender puentes entre una tarea de hermenéutica bíblica y una de hermenéutica de la realidad. Vista así, la educación teológica es un gesto doxológico y misionero que se esfuerza por vincular el texto bíblico y la realidad concreta bajo el signo de un discernimiento comunitario.
¿Cuáles podrían ser los aportes de este tipo de pedagogía divina en el contexto de la sociedad de nuestra comnidad latina?
En este contexto, la pedagogía de Jesús tiene un potencial emancipador. Implica una verdadera formación humana en un mundo donde el alfa y la omega es la econometría, la palabra infalible de los «técnicos» y los recortes sistemáticos al presupuesto educativo. Jesús nos ayuda a entender que las imposiciones de estos «rabíes» posmodernos son un obstáculo para el desarrollo de una comunidad de hermanos. La libertad pedagógica de Jesús nos desafía a aportar sensibilidad comunitaria y valores solidarios frente a la tendencia indiferente y fratricida de nuestra democracia formal.

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